Humor inglés y suspense, una mezcla explosiva


(Rosa Mora)

Rara Avis recupera una joya de la época dorada de la novela británica de intriga. Publicada por primera vez en 1934, El asesinato de mi tía, de Richard Hull, es inteligente y desternillante.

  
 Ya desde la portada, El asesinato de mi tía arranca una sonrisa: un coche antiguo despeñándose por un abismo. 
  Edward Powell es un solterón pagado de sí mismo, sin oficio ni beneficio, con aspiraciones de dandi y de poeta…que vive con su tía.  En verdad, ambos conviven a duras penas en un un antiguo caserón en Llwll, un pueblecito de Gales.  Esta señora,   tutora y usufructuaria de su herencia, le pasa una renta, a  juicio de él muy exigua. Ella quisiera que él trabajase, pero Edward no está dispuesto a convertirse en un “inepto asalariado”.
 Y un día, el señorito Edward, como le llama el servicio, decide hacer realidad sus sueños.  Su vida sería mucho mejor si esta tía suya estuviese muerta. 

 

  Casi resultan enternecedores sus intentos de asesinarla: un accidente de coche, un incendio, veneno… En su esforzado empeño, sólo muere Pichís, su perro pequinés, el único que le proporciona “sensación de calma filosófica”.
  Se considera a P. G. Wodehouse como el padre del humor inglés. Evelyn Waugh o Tom Sharpe están en la misma línea. Son autores que nos han hecho pasar muy buenos ratos. Sobre las características que componen ese humor tan especial ha escrito Mauricio Bach en La Vanguardia: “La sátira social, en una sociedad con un rígido sistema de clases; lo absurdo y lo surreal, en un país en el que se valora el sentido común; el gusto por lo macabro y el humor negro, en una gente que es pragmática y racional; y evidentemente, tratándose de ingleses, un distintivo toque de excentricidad”.
 Algo de todo eso hay en El asesinato de mi tía. Edward lleva un diario en el que anota con detalle los métodos que utiliza para eliminar a su tía sin que caiga sobre él la más mínima sospecha. Es sensacional, como un juego de espejos: Edward se refleja a sí mismo y también lo que Mildred opina de él y lo que él opina de Mildred.
 Edward se revela como un tontaina rematado e inocentón, un tipo afrancesado que desprecia todo lo británico; la tía es grosera y pasada de moda, se aferra la tradición y no entiende sus aspiraciones; Mildred lo ve como un gandul, torpe, maleducado, algo afeminado, una pequeña figura obesa con el pelo rubio grasiento. No tiene desperdicio.
 En la parte final de la novela, Hull da un giro radical que sorprende por completo al lector. Un excelente suspense. Buenas son también las descripciones de las gentes de Llwll y de la vida doméstica en el caserón.
 No es la primera vez que El asesinato de mi tía se publica en español. Ya apareció, en 1983, en la colección Club del Misterio de Bruguera y, antes, en El Séptimo Círculo (Emecé), que dirigieron Borges y Bioy Casares, que publicó otras novelas de Hull, como Mi propio asesino o Prueba de nervios. Y en Selecciones del Séptimo Círculo, que editaron Alianza y Emecé.
 Richard Hull, seudónimo de Richard Henry Sampson (1897-1973), alcanzó el éxito con El asesinato de mi tía, la primera novela que publicó. Entró en el Ejército británico en la I Guerra Mundial y sirvió en Francia. También intervino en la II Guerra Mundial, como auditor para el Almirantazgo en Londres. Escribió una quincena de novelas y a en 1953 formó parte del Detection Club como ayudante de Agatha Christie.

El asesinato de mi tía
Richard Hull
Traducción de Ismael Attrache y Carmen Franci
Colección Rara Avis. Alba Editorial
256 páginas
18,50 euros
Ebook 7,59 euros


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