El sabio vientre de la mujer
(Lilian Neuman)
"Estamos
hechos de una mujer y seguramente una mujer nos cerrará los ojos".
Francisco González Ledesma en entrevista con Fernando Sánchez Dragó.
Esta nouvelle es esencia del talante literario
de González Ledesma. Publicada por primera vez hace poco más de diez años, la
historia de un voluntarioso joven poeta y traductor salvado por una misteriosa mujer
en la Barcelona de posguerra tiene, me atrevo a decir, alcance de leyenda, o de
alegoría. El libro formaba parte de una colección ideada por la revista Interviú
y es un acierto que la editorial Mennoscuarto lo haya recuperado.
Con el personaje de Montero, traductor y poeta
perseguido por las fuerzas del orden -o por los triunfantes esbirros del
régimen-, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) descubre el velo de la indefensión, la de un hombre que puede ser
salvado por una mujer, pero para que esto ocurra tiene que tener -hermosa imagen-
los ojos vendados. No sabe en dónde está, y en parte ya no sabe quién es.
A Montero,
en medio de una estampida, herido de bala y a punto de caer, una desconocida lo
llama desde un coche y lo conmina a entrar en el interior. Poco después ella lo
oculta en su estudio privado, un lugar en donde su marido -nada menos que un jefe
de policía de los peores- no entra, porque ese el lugar en donde ella es quien
es: una escritora con habitación propia, en tiempos en que, como describe aquí Ledesma
con su dosis de sorna y mala leche, las mujeres carecían de tal privilegio, o
escribían en la cárcel, porque tampoco podían hacerlo en la mesa de un bar; eso
era de marxistas.
Esto es lo que se debe contar de la
historia, cuyo prodigio consiste en la gran elipsis que se impone de principio
a fin: los largos e interminables años venideros, sin sosiego ni retorno. La
vida hacia adelante sin pistas ni señales (y a la larga sin memoria). En menos
de ochenta páginas, las que abarcan aquel obligado cautiverio en el lugar más
valioso que aquella mujer podía ofrecer -su más preciado yo interior-, está la
acritud y la tristeza que habitan las páginas de la serie protagonizada por el
viejo policía Méndez. Los tiempos de penuria (y la historia de este país) que
marcan de por vida. Y la licencia poética de este señor que se permite hablar
durante todo el relato en persuasiva segunda persona, hablándole a un especial
dios sin religión. Si alguien viera un adoquín azul, no dude en quedarse con él
y, sobre todo, no se le ocurra olvidarlo.
El
adoquín azul
Francisco González Ledesma
Menoscuarto
74 páginas
11 Euros
Francisco González Ledesma
Menoscuarto
74 páginas
11 Euros
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