La memoria de Andrea Camilleri

(Lilian Neuman)

    No hay libro de memorias de Andrea Camilleri. Pero su memoria reina poderosa en sus libros, incluso -hilando fino- en los más de treinta publicados de la serie del comisario Montalbano. Fuera de ésta, hay que sentarse y recorrer la historia guiado por su extensa obra. La del avance y consagración del fascismo, que irrumpe en la vida de un pueblo (y en la de un adolescente), la mirada oscura, tétrica y recriminatoria desde el confesionario, o la corrupción de los siglos XX y XXI. Y por supuesto los tentáculos de la mafia, que nunca retrata en primer plano (no quiere que el lector simpatice con asesinos, como ocurre en las películas de Coppola), pero de la que siempre describe sus oscuros efectos. O, directamente, analiza él mismo fuera de la ficción y en sus artículos de prensa.
   En la formidable producción de este siciliano nacido en 1925, de familia emparentada con la de Luigi Pirandello, ambas vecinas de la provincia de Agrigento, hay una zona que me gustaría llamar “Antiguo reino de Vigàta”. Para quien no lo sepa: Vigàta es el nombre de ficción que el autor le dio a su pueblo natal, Porto Empedocle, el lugar del que se enamora a primera vista un comisario recién destinado. Y en donde moran seres y espacios únicos : Catarella, Mimi Augello, Fazio, Ingrid, el dueño de la trattoria...
   Pero hay otra Vigàta, la que Salvo -por edad- no pudo conocer. En ese antiguo reino el amo y señor es un chico al que le llaman Nenè (el apodo de Camilleri para familiares y amigos íntimos) y que espía intrigado desde la puerta entreabierta de una casa de citas. En ese reino, el niño Nenè abre un hermoso volumen de una obra que desconoce -Orlando Furioso- y permanece horas hipnotizado ante la página de una ilustración -una mujer desnuda- de Gustavo Doré. “Las hojas del libro, gruesas y lisas, brillaban a la luz; por eso, cuando cerraba los ojos y con el dedo recorría el perfil del cuerpo desnudo de una mujer, a Nenèle parecía estar tocando carne viva”
   Esta cita pertenece a La pensión Eva (2006) libro capital para comprender el origen de este gran escritor, primero hombre de teatro, guionista de radio -oficio que, según él, le otorgó esa vivacidad para los diálogos- profesor, realizador y gran lector (y esto incluye sus adaptaciones de Simenon para televisión). Me refiero al chaval al que un día ya no le basta una ilustración de Doré y entonces llegan las mujeres de verdad. Pero también la tristeza y la miseria provincianas, el despertar, junto con el sexo, a los claroscuros de la represión, la prepotencia, la guerra.
   Privado de título (2005) será otro insigne habitante de ese antiguo reino
de Vigàta, y también esta colección de retratos femeninos, puesto que todos están escritos por la memoria de un tipo culto, curioso e incisivo. De aquel chaval que vio mucho de repente queda este señor que se refiere a mujeres singulares que conoció en viajes, en aviones o en otras ciudades. Mujeres que leyó o de las que le hablaron. Las hay -las hubo- exquisitas, millonarias, libertinas y tremendas. Chicas que encarnan la frescura de aquella juventud, o el primer amor cuando los fines de semana las juventudes tenían que jugar campeonatos fascistas, o la estudiante danesa que, por su rotundidad y su natural osadía inspiró el personaje de la escultural Ingrid, amiga de Salvo Montalbano (y que tan frecuentemente hace cimbrar los principios de un siciliano que ha tenido que protagonizar numerosas entregas antes de atreverse por fin a serle infiel a su novia Livia).

 "La perfidia y la amoralidad conviven con la inocencia y el candor" (sobre la actriz Louise Brooks)
Louise Brooks

   Mujeres reales y legendarias. En estos retratos se refleja la mirada de un agudo lector (y director de teatro) que busca los verdaderos motivos de Desdémona para aceptar un castigo inmerecido, o los sentimientos de Winnie, la esposa cautiva de Samuel Beckett en Los días felices. Y que tiene muy claro que Marlene Dietrich no era más que la pálida sombra de la magnifica actriz Louise Brooks, de la que escribe un espléndido retrato.
   Maravillosas son estas mujeres reales: la valiente Oriana -que trabajaba en aquel burdel, la pensión Eva, en tiempos de guerra, y que era una militante clandestina. La increíble aristócrata Pucci, la desconcertante Desideria, la cronometrada Helga (una suiza que protagoniza un encuentro sexual tronchante).   
  Y hay dos mujeres del mismo nombre que no pueden soslayarse: Elvira, su abuela, y Elvira Sellerio, su editora. El estilo de Camilleri es limpio, sintético, y de todas formas conmueve. Su abuela era imaginativa, audaz, un tremebundo carácter que le inició en los libros y en ese misterio raro que es la creación. De Elvira Sellerio, editora desde sus inicios, cito estas palabras: “Siempre la he considerado el ejemplo supremo de las virtudes de la mujer siciliana. Reservada, tenaz, determinada, firme en sus convicciones y dispuesta a luchar por ellas, y al mismo tiempo dulcísima, generosa, comprensiva y de una gran sensibilidad”.

Mujeres/Dones
Andrea Camilleri
Salamandra/Bromera
Traducción de David Paradela López/Enric Salom
201 páginas/184 páginas
16€/18,95€

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