Dos damas británicas conversan (y se añade una mediterránea)
P.D. James |
P.D. James
(Lilian Neuman)
Phyllis Dorothy James (Oxford, 1920) publicó su
primera novela, Cubridle el rostro, en 1962. Cuando releyó el
libro, por los años noventa, le pareció muy convencional. Esto lo escribe en
una página del diario que llevó durante todo el año 1997. Allí, en La hora
de la verdad (Bruguera), reflexiona sobre diversos temas, también
sobre el género que escogió sin saber que sería, al fin, su instrumento para
crecer y multiplicarse: “La construcción de una historia policíaca puede
basarse en una fórmula; la redacción no tiene por qué”. Ahí está su obra para
demostrarlo, la afamada serie del inspector Adam Dalgliesh, y también los
libros de la investigadora privada Cordelia Gray (y otros fuera del género).
Atención con P.D. James, la dama que
asiste a misa, educada al punto de verse incapaz de ignorar una sola de las
numerosas cartas de sus lectores (a sus ochenta años era así, ahora tiene
noventa y tres y a saber si físicamente sigue siendo capaz). Y deténgase el
lector en su fisonomía, que hay algo tan educado y algo tan maligno, por lo que
se la quiere y se le teme. Sobre James –su escritura y su especial actitud- hay
un perspicaz texto de Alicia Giménez Bartlett que recomiendo leer; http://negraycriminal.blogcindario.com/2008/02/01043-intervencion-de-alicia-gimenez-bartlett-en-el-homenaje-a-p-d-james-premio-carvalho-2008.html (Pensándolo mejor, Bartlett puede ser una dama inglesa; se
mueve con gran plasticidad entre la elegancia distante y la explosión
mediterránea. Además, estudió la obra de Virginia Woolf, de allí también su novela Una habitación ajena).
Dos damas
La señora James admira la obra de Jane Austen (1775-1817). De Emma
afirma que es una cumbre de la narrativa británica. Y se
atreve a regresar a Pemberley, la mansión de aquel joven huérfano, poderoso,
influyente y antipático que desdeñaba a la joven Elizabeth; los dos
protagonistas de aquel microcosmos rural de la Inglaterra de la Regencia
llamado Orgullo y prejuicio. Regresa para reforzar y continuar
aquel universo de niñas casaderas y oficiales disponibles. Y la licencia más
grande que se permite es añadir, a todas aquellas almas intrigantes, una
intriga criminal.
Qué fue de ellos, una vez que, en el final de
aquella historia, Darcy y Elizabeth serán marido y mujer. Según esta versión, años de calma, dos
hermosos niños y la hermana encantadora de Elizabeth –Jane- que está allí para
ayudarla en el gran baile. En la víspera, dos sombríos e importantes
personajes regresan del pasado: la hermana más díscola, frívola y maleducada de
Elizabeth (la madre de estas chicas es horrenda, Austen la
trataba con elegante saña), y el marido de ésta, aquel atractivo joven que en
verdad era un codicioso lleno de mentiras. Y, con ellos dos, llega el crimen a
los fértiles territorios del matrimonio Darcy.
Atmósfera, amor y terror
James lo hace
muy bien, en este homenaje al genio de su admirada Austen: describe ese permanente bullir de las conciencias de unas personas que
albergan excelsos y horrendos pensamientos. Que piensan en el amor y en la
dote, en la amistad y en la conveniencia, en lo importante de ser sincero para
luego mentir y criticar.
No pierde el equilibrio, pero es que esto jamás le ha pasado a la gran dama del crimen.
La muerte llega a Pemberley
P.D. James
Bruguera
Traducción de Juano Estrella
331 páginas
19 Euros
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